Cada alumno con la fuerza de sus ancestros
Una actividad para tomar y dignificar en el aula los orígenes.
Fernando González Úbeda. CUDEC México
II Jornadas Pedagogía Sistémica ICE UAB julio 2010
“Es la primera vez que veo una representación de baile flamenco. Me ha conmovido profundamente. ¿Quiénes, cuántos bailaban hoy? He visto a miles a través de cientos de años, todos ellos ostenían a estos artistas que han bailado y tocado hoy. El espíritu de estos tiempos permite hablar de autonomía y autorrealización sin el reconocimiento del fondo que nos sostiene. Nada sucede sin el sustento de las raíces.”
Bert Hellinger
II Congreso Internacional de Pedagogía Sistémica. Sevilla 2006
Uno de los desafíos de la multiculturalidad y la interculturalidad que vivimos hoy en las escuelas es dignificar el origen. ¿Qué ocurre cuando logramos generar en el aula un espacio donde maestros y alumnos podemos mostrar, conversar, tomar, apreciar y también honrar nuestro propio origen, nuestra propia historia? Este taller invitó a 27 maestros a un ejercicio transgeneracional para responder a esta pregunta y vivir los efectos de reconocer y recordar a los antecesores, los que marcharon antes/delante de nosotros;los efectos de tomar su legado de cuerpo, historias, sueños, límites y posibilidades. Experiencias para dignificar y resignificar el origen propio y el de cada alumno.
Conversamos sobre lo transgeneracional como una mirada, una dimensión con la que, tal vez, poder abordar y aprovechar el legado ancestral como un recurso más del aula y, por supuesto, como sustento y fortaleza para la propia vida.
Una mirada histórica a la familia: el origen obvio.
Vienes de muy lejos, a través de las generaciones millares de padres lograron exitosamente lo fundamental al pasar la vida. Vienes directamente de todos ellos, tomas el relevo de un linaje único e inmenso que ahora actualizas en tu cuerpo y con tu vida: un legado ancestral maravilloso. Tómalo: ¡el éxito es tu historia!
Admitámoslo, somos históricos, lo que nos pasa, lo que hacemos o decidimos en un momento permite/limita las posibilidades del momento siguiente. Es por esa condición de lo viviente que cada quien tiene una historia y un linaje propio único. Para empezar, si miramos la vida no podemos negar lo más obvio: venimos de un padre y de una madre con los que estamos vinculados al menos biológicamente, y en tanto vivimos con ellos, afectiva y culturalmente. En cualquier caso, por, con o sin ellos en cada vivencia vamos actualizando la vida ancestral.
Además, es porque pertenecemos a una familia progenitora o adoptiva o como sea, que nos construimos una identidad psíquica y social y nos hacemos, en lo fundamental, la persona que somos. Dice Angélica, “La sabiduría más profunda la aprendemos en la familia”. En el seno familiar vivimos inmersos en relatos sobre cómo es, qué hacer y qué pasa en la vida; relatos sobre las vidas de los que nos preceden, nos acompañan y sobre nuestras propias vidas, relatos que describen, recuentan, inventan, anticipan, significan, aprueban, niegan…
Además de lo explícito e implícito en los relatos de la conciencia familiar, el orden de la unidad familiar impone lealtades que atan las vidas de ciertos miembros actuales con eventos y parientes del pasado. La dinámica principal detrás de todas las implicaciones sistémicas que limitan la plenitud y crecimiento de la propia vida es la exclusión de algún familiar. Entre las muchas formas de exclusión se incluye el olvido de los que todavía pertenecen en nuestro corazón. Re-cordar en latín significa literalmente “volver/regresar al corazón”. Vamos a sumar de nuevo lo que se ha restado de nuestra historia. ¿Sabían que la palabra historia proviene de una voz griega que en su origen remitía a la raíz vegetal? ¿Qué hacen las raíces? Sustentan a las plantas. Nos gustó el significado de la palabra sustento que da el diccionario de la RAE: “sostén, apoyo, alimento y mantenimiento, aquello que sirve para dar vigor y permanencia”. En adelante seguiremos equiparando historia y sustento.
Por lo mismo, queremos enfatizar el efecto de excluir y sus múltiples formas como negar, omitir, rechazar, reprochar que merman o impiden tomar íntegramente los hechos (y a quienes los hicieron y estuvieron) limitando así la posibilidad de reconstruir un significado más pleno, digno, confortante para la propia vida. Lo que no tomamos no lo aprendemos. Tomar los hechos y las memorias, siguiendo el símil, abre un proceso digestivo, tal vez conflictivo, que permite la asimilación de elementos con los que poder reconstruir un relato y una identidad más edificante. Los olvidos descuidados o provocados conllevan la extinción de memorias y afectos, cocinan relatos con menor valor nutritivo o significante que “enflaquecen” el corazón.
“Los hombres sin historia tienen un alma dispersa. Sin memoria y sin proyecto, están sometidos al presente como un drogadicto que sólo es feliz en el relámpago de lo inmediato. Cuando uno no tiene memoria se transforma en nadie y cuando uno teme a su pasado se deja atrapar por su sombra”. Boris Cyrulnik (2009)
Entonces vamos a recordar, vamos a tomar la propia historia y la de todos con los que convivimos en las aulas, tal cual. Fomentemos y demos un buen lugar en las escuelas a las historias familiares de todos, tal como lleguen. Se trata de dar ocasión para reconocer los nutrientes, los recursos, el patrimonio, así como los huecos, los secretos, los miedos y cargas de eso a lo que le llamamos mi historia. Se trata de observar también la relación que establecemos con ella. ¿Las historias que me recuento, me impulsan hacia mi propia vida? ¿Me fortalecen? ¿Me obligan? ¿Me hacen sentir digno? ¿Me llenan de valor? ¿de miedos? Y… ¿Quiénes faltan?
Actividad.
Ofrenda a los antepasados
Este ejercicio tiene su origen en un taller de formación Gestalt en el Institut Gestalt de Barcelona impartido por Joan Garriga (2003). Me fue contado y desde entonces lo he ido adaptando desarrollando y enriqueciendo durante más de 5 años en más de veinte talleres con maestros de diversos puntos de España, México, Colombia y República Dominicana.
Objetivo: re-cordar la riqueza de hechos, valores, signos, vida y vidas que tengo de mis ancestros.
I. Visualización “qué rostro tenía yo antes de que naciese”
Antes de la visualización comienza con un breve ejercicio de sensibilización con el propio cuerpo para agudizar/despertar, centrar la atención. Luego sentados con voz suave y pausada les dices:
“… ahora visualízate como el niño/a que eras con 5-6 años, reconócete, mira tus manos tus pies…, tu cuerpo… Ahora ante ti visualiza a tu padre y a tu madre, no importa que no los hayas conocido, míralos como los veas, tal como aparezcan; sus pies sus cuerpos, sus rostros… y detrás de ellos visualizas a los padres de tus padres, todos, tus cuatro abuelos… ves su caras… y detrás de ellos a tus bisabuelos, también todos, los ocho… mirándote. Observalos bien… y ante ellos te preguntas:
¿Qué rostro tenía yo antes de que naciera?
Y quizás ahora, puedas visualizar una luz, una llama que viene desde los bisabuelos, y lentamente va pasando por los abuelos… llega hasta los padres… y ellos te la entregan… la tomas en tus manos… la miras…
¿Cómo es esa llama? ¿tiene color? ¿qué brillante es?
¿Cómo es la llama que tomo de la vida?
Muy bien, ahora sin perder las sensaciones de esta experiencia lentamente cada uno retorna y retoma al adulto que es”.
II. Símbolo de los ancestros.
Ten preparadas pellas de tamaño desigual entre medio y un kilo de arcilla para cada participante. Les invitas a que cada uno, en silencio, escoja la que prefiera. Cuando estén preparados les das la instrucción:
“Evoca interiormente a tus ancestros; modela un símbolo que represente a tus antepasados. Un símbolo de fuerza y de dolor”. (20 minutos)
En la realización de esta etapa de vez en cuando conviene intercalar: “observad, poned mucha atención a las imágenes y sentimientos que os surgan durante este ejercicio: qué estás sintiendo, qué pensamientos te vienen, cuándo se vuelve fácil y cuándo, si acaso, te detienes, o te entran ganas de volver a empezar o deshacer lo hecho…”. “Dejad que las manos hagan… contén lo que sientes y canalizalo a traves de las manos en el contacto con la arcilla…”
En este grupo surgieron una barca, varias manos, matrices, un gran dedo cortado, corazones, columnas, árboles, llamas de fuego, figuras florales, frutales y otras (irreconocibles por nosotros) cobraron forma en un proceso que iba ganando en atención, creatividad y contacto emocional propio. Mirando las caras se podían ver expresiones de profunda introspección, lágrimas con ojos abiertos y brillantes, contento, intensa concentración, conflicto, juego, seriedad, descubrimiento, desconcierto, entusiasmo y recogimiento.
(Para posibles aclaraciones) La memoria del pasado toca natural y necesariamente con perdidas y vivencias dolorosas. Una de las bondades de este ejercicio es ofrecer la oportunidad de abordar duelos evitados, transferidos, proyectados, reprimidos, congelados o enquistados por creencias o supervivencia. Evitar el duelo nos aparta del contacto con el gran y profundo vínculo de amor que se perdió o fue herido. El duelo lleva un proceso que requiere ser transitado. Su demora o aprensión,
hasta cierto punto natural, provoca un “sufrimiento insufrible” que no resuelve y que no se atiende y por lo mismo, no acaba resultando interminable. El dolor pasa cuando cumple su función. El gran poeta J. M. Rilke escribía a una amiga recien enviudada: “¡Malditos los que consuelan! y no permiten que el pesar por su gravedad nos acerque a nuestro centro, a la profundidad de nuestro ser”. La introversión en la que naturalmente nos sume el duelo nos permite la reflexión, la lección sobre lo valioso y poderoso de los vinculos. Todos reconocemos las señales del fin del duelo: el surgimiento sereno de energías más expresivas, un renovado ímpetu (creativo, generador) hacia las relaciones y la vida resignificadas.
III. “De mis ancestros he tomado…”
Colocaros por tríos, nombraros A, B y C.
A: Toma su símbolo en las manos y en contacto, abierto, en sintonía con tus antepasados dices: “de mis ancestros he recibido… y añades una característica o cualidad que te surja”. Por ejemplo, mi lengua, mi casa, el arte de cocinar, tocar el
violín, navegar, el coraje, constancia…, etc. no niegues, disimules o excluyas nada. Expresa declara lo que te venga; escúchate, siente su efecto… recuerda… Observa que te de fuerza, sustento… o te conecte con un dolor verdadero. (si alguien
entra en reproches o se victimiza, reconduce el ejercicio en un sentido que conforte).
B: Presente, benevolente, escuchas con mucha atención a A. Cuando acabe cada frase, asientes interiormente y, como un eco suave, le dices: “de tus ancestros has recibido…(y añades exactamente la cualidad/característica que haya dicho)” .
C: Eres un testigo silencioso, atento, presente, sin juicios, a lo que ocurre entre A y B.
Rotación cada 5 minutos.
Como aclaración puedes comentarles a los A que encuentren una cadencia, que no se detengan, ni den explicaciones. Es importante centrarse, evocar, ponerse en contacto con el pasado y permitir que surjan, sin intención, sin forzar, ni rebuscar, tal vez, un suceso olvidado, una imagen, un sentimeinto nuevo o antiguo, un don… algo inesperado…
Cuando acaben, ten dispuesta una mesa (o un lugar en suelo) con velitas de té encendidas, una al menos para cada uno de los participantes. Puedes vestir ese espacio con bonitos adornos o símbolos: velas, agua, tierra, piedras, minerales, plantas, flores, frutos, semillas, objetos e imágenes propios de la(s) cultura(s), historia(s) tradicion(es), de los alumnos. Cuando
acaben los tres turnos les pides que dejen su objeto en la mesa(ofrenda) y tomen una velita encendida.
IV. “Te reconozco a ti, a los tuyos y… al anciano que serás”.
Sosteniendo en las manos la vela, caminaís por la sala en silencio, tomáis contacto visual con un compañero/a y os deteneís uno frente a otro. Os veís, entraís (o haceís como si…) en contacto/sintonía con su historia, sus ancestros… la historia que ha
vivido y la vida que aún le queda por vivir…
Y si lo sentís, deciros: “Te reconozco a ti, a los tuyos y al anciano que serás”.
Cuando hayaís terminado os despedís en silencio con un gesto, y seguís caminando hasta encontrar a otrocompañero. Permitir y sostener/contener (no reprimir) la emoción que surja.
Continúa el ejercicio hasta que cada uno haya completado varios encuentros.
Para acabar: “dejaís la vela en la mesa junto a vuestro símbolo. Y nos sentamos en círculo”.
V. Rueda.
Con una/dos palabras cada uno, (por orden de derecha a izquierda), expresa un efecto o un sentir o un
descubrimiento que le haya producido el ejercicio. Ahora…
En este grupo fueron diciendo: Tranquilidad, serenidad, paz, fuerza, confianza en el futuro, impulso, sentido, me siento más
integrada, alegre pertenencia, completa, plenitud, me siento confusa…
En general, este ejercicio genera un notable espacio de serenidad, integración y bienestar evidente y como tal conviene cerrar la sesión en este punto, tal vez solicitando que contengan, que se dejen estar en esta experiencia con lo que el ejercicio hay atraído y significado a cada uno.
Aclaraciones, explicaciones o el comentario de vivencias, por lo mismo es conveniente dejarlas para una siguiente sesión/momento. Es importante que se lleven sus figuras y les den un buen lugar en su casa durante un tiempo (unos días).
Notas sobre la dimensión transgeneracional
Cuando hablamos de lo transgeneracional en Pedagogía Sistémica nos referimos al vínculo con las generaciones pasadas:
reconocer el linaje propio en su convivencia con las generaciones a las que pertenecieron: su historia, su contexto, la inteligencia con la que superaron las necesidades de su tiempo. También nos conecta con nuestros descendientes, las generaciones nuevas con las que convivimos y las venideras que todavía desconocemos.
El reconocimiento de esta dimensión histórica nos ubica en el presente de la corriente de la vida, entiende las fuerzas que nos impulsan, limitan y dan sentido a nuestro propio devenir. A su vez, nos responsabiliza del legado que aportamos a las generaciones futuras; lo que hacemos ahora construye el futuro, importa. Cada acto, cada decisión tiene un sentido y consecuencias específicas que trascienden. ¿Cómo? ¿En quiénes ? son buenas preguntas.
Supone reconocer y asumir, sin negar ni omitir, toda la herencia de mi linaje diverso, con sus tesoros y deudas, su potencial y sus limitaciones. Supone tomar el patrimonio material, personal, vivencial, simbólico y espiritual con el que se ha construido generación tras generación la identidad cultural familiar propia.
“La memoria histórica no basta. No se trata de coleccionar recuerdos, sino de transformarlos en algo valioso para la vida. A través de un proceso multidimensional, la Inteligencia transgeneracional permite reconciliarnos con esos hechos, resuelve en el corazón los sentimientos para vivir en el ahora, nos ayuda a mirar más ampliamente. Cuando el niño/adulto puede mirar la historia de sus padres inicia un proceso de aprendizaje diferente.”
Angélica Olvera, México (2010)
La inteligencia transgeneracional en el aula
La consideración y trabajo en
esta dimensión por el docente conlleva:
- Reconciliarse con sus propias raíces. Abordar el pasado trae fuerza y dolor que finalmente trae más fuerza y valor. ¿Cuál es mi relación con el pasado, la historia de mis ascendentes? ¿Me conforta, me enorgullece, me avergüenza, me importa, me inquieta, me distrae, me frena, es algo que llevo a cuestas o es una corriente impulsora? ¿Tengo permiso siquiera de mirarla…? La mirada al pasado pasa por la mirada a la vida de los padres, a la vida de los padres de mis padres, a sus hermanos, a las generaciones a las que pertenecieron con los hechos históricos
que aprovecharon, afrontaron, superaron y sufrieron. - Tratar al pasado con respeto. Respeto viene del latín re-spectus, volver a mirar. Se trata de mirar atrás… con ojos
nuevos; una mirada esclarecedora a los hechos como fueron, a todos sus participantes y a su contexto. - Tomar e pasado, darle su lugar, aprender de él y luego dejarlo en paz nos aporta y libera. Despreciarlo, evitarlo, negarlo con maquillaje, impostura o desdén nos ata. Dejar el pasado en paz no quiere decir no tocarlo, es el resultado de un proceso de reconciliación con todo lo que fue tal cual. Es un acto de asentimiento a los hechos, incluirlos, ponerlos en la perspectiva que tenemos ahora con nuestra edad, experiencia y recursos, abriendo la posibilidad de resignificarlos creativamente en un nuevo relato de dignidad y honra. ¿Cómo vales más, cómo tienes más fuerza, con tu destino, tu dolor, tu enfermedad, lo pesado y todo lo que eso te ha aportado, o si no tuvieras o hubieras pasado por eso? No conocemos un solo chico que no profundice en esta pregunta y responda asintiendo con los ojos más abiertos y brillantes.
- Permite reconocer y respetar tal como es la historia de las culturas de pertenencia, la historia familiar propia y de cada alumno. Marianne Franke-Griksh pionera y experta en el trabajo transgeneracional con alumnos de secundaria en Alemania, refiere muchas de sus experiencias docentes en su magnífico libro “Eres uno de nosotros”.
- En el trabajo con los alumnos, en el mismo sentido, permite mejorar su integración, pertenencia e identidad social y escolar. Aborda lealtades familiares que impedían inconscientemente el permiso a nuevas posibilidades de aprendizaje y éxito. En cualquier caso, como bien apunta Mercé Traveset, aporta mucha información cultural (reglas, valores, normas, costumbres, mundo simbólico).
Conclusión
Cada vez que miramos a nuestra historia con el corazón abierto, crecemos, adquirimos mayor claridad y confianza en la vida presente y futura, por añadidura, como afirma el Dr. Miguel Schiavo Del IBH de Argentina nuestra salud mejora. Como “antecesores”(los que van por delante) de nuestros alumnos y para llevarlos a esta experiencia benefactora tenemos que atravesarla primero. Invitamos a todos los maestros se entreguen en sus infinitas formas y desde sus diferentes intereses y contextos al ejercicio reconciliador de incluir, respetar(volver a ver) y honrar amorosamente su historia (por muy misteriosa, dolorosa, insignificante u hostil que ésta se les haya re-presentado) y a usar creativamente hacia la propia vida las comprensiones que naturalmente esta manera de percibir/tomar aporta.
Bibliografía
recomendada:
Cyrulnik, B. (2009) “Biografía de un espantapájaros” Ed. Gedisa. Barcelona.
Franke, M. (2004) “Eres uno de nosotros” Ed. Alma Lepik. Buenos Aires.
Gilligan, S. (2007) “La valentía de amar” Ed. Ridgen IG. Barcelona.
Olvera, A. (2010) “Inteligencia transgeneracional” Ed. CUDEC. México.
Olvera, A. (2009) “El éxito es tu historia” Ed. CUDEC. México.
Sheldrake, R. “La presencia del pasado” Ed. Kairos. Madrid.
Somé, S. (1999) “El amor y la amistad entre los Dagara”. Ed. Integral. Madrid.
Traveset, M. (2007) “Pedagogía Sistémica” Ed. Graò. Barcelona.
Músicas sugeridas para cada fase del ejercicio.
- “Alina”. Arvo Pärt. ECM New Series (1999).
- “Rivers of One” Rast Makam de Oruç Güvenç & Tümata. (2001).
- “Desert Blues. Ambiances du Sahara”. Various artists. Network (1996).
- “Miniatures” Gevorg Dabaghyan. Tradicional Crossroads. (2005).